Entre los distintos trastornos mentales que cursan con cronicidad (tratamiento necesario o largo plazo) encontramos la esquizofrenia. Esta afecta a diversas funciones mentales como el pensamiento, la afectividad y la voluntad. Sus síntomas más importantes son la presencia de ideas delirantes, es decir ideas erróneas pero que el paciente considera reales, alucinaciones, o percepciones falsas generalmente auditivas y alteraciones de la conducta. Estos síntomas son denominados positivos. Junto a ellos aparecen otros síntomas, que son los llamados síntomas negativos: pérdida de motivación y de voluntad para hacer las cosas, indiferencia o embotamiento emocional, deterioro en el lenguaje, mayor tendencia al aislamiento social. También diversas funciones mentales o cognitivas como la atención, la capacidad de planificar o el pensamiento abstracto se van paulatinamente afectando.
Aunque el origen de este trastorno es aún desconocido, en las últimas décadas se han producido hallazgos que apoyan la importancia de factores predisponentes, sobre todo genéticos, relacionados con cromosomas, y alteraciones intraútero en el desarrollo cerebral precoz, sobre los cuales pueden actuar factores ambientales precipitantes, uno de los más importantes es el consumo de drogas, especialmente marihuana.
La introducción del primer fármaco neuroléptico o antipsicótico la Clorpromazina supuso una gran ayuda en el tratamiento de la esquizofrenia por su eficacia en la reducción de los síntomas positivos. La aparición posterior de otros antipsicóticos ha supuesto un importante avance en cuanto a su tolerabilidad y menos cantidad de afectos secundarios. Nuevos psicofármacos como la olanzapina, quetiapina, risperidona, aripiprazol y ziprasidona, ofrecen una nueva expectativa terapéutica.
En la esquizofrenia se han identificado factores asociados con un buen o un mal pronóstico. Entre otros, el tratamiento antipsicótico cuyo adecuado cumplimiento desempeña un papel fundamental desde la fase aguda. A esto le llamamos adherencia al tratamiento. Junto con él, son importantes una serie de medidas psicológicas y educativas para el paciente y sus familiares, especialmente programas de rehabilitación de distintas habilidades, por ejemplo sociales y capacidades neuropsicológicas que debe favorecer la llamada terapia ocupacional.