LUMINOTERAPIA

Nuevo recurso terapéutico en depresión, ansiedad y trastornos del sueño

La depresión constituye hoy en día un importante problema de salud mental con muy graves repercusiones para el paciente, sus familiares y la sociedad en general.

Según reconoce Organización Mundial de la Salud, la depresión será en un futuro, la principal causa de discapacidad en todo el mundo, sólo superada por las enfermedades cardiovasculares.

            La depresión, en la historia, tiene una larga observación clínica. Hipócrates (siglo V. AC) identificó este trastorno como Melancolía y le atribuyó como causa, un exceso de producción de bilis negra, en el organismo del paciente. Este concepto se mantuvo, en la medicina occidental, por muchos siglos.

            En 1621 el erudito inglés Robert Burton escribió una obra llamada Anatomía de la Melancolía y consideró etiologías diferentes a las propuestas por Hipócrates.

            No fue sino hasta 1950, aproximadamente, que la química moderna logra sintetizar unas moléculas de fármacos que se identifican como Inhibidores de la Mono-Amino-Oxidasa (IMAO), abriendo un capítulo de verdadera terapéutica médica para tratar la Depresión. A partir de esa época han surgido una variedad de moléculas químicas que, al modificar las concentraciones de neurotransmisores cerebrales, han ofrecido, al clínico, herramientas psicofarmacológicas de muy valioso efecto terapéutico.

            La depresión es un trastorno del ánimo, también llamado del humor o del afecto, caracterizada fundamentalmente por un bajo estado de ánimo y muy arraigados sentimientos de tristeza y desesperanza, generalmente asociados a alteraciones del pensamiento, (pensamiento negativo o pesimista), del grado de actividad y de la conducta. Se presenta con más frecuencia en mujeres y puede darse en cualquier edad de la vida (infantil, adolescencia, adulto y tercera edad).        

            A veces, clínicamente, se encuentra en primer plano la dificultad para disfrutar de las cosas ordinarias (anhedonia), la apatía, la falta de energía (anergia), o una grave disminución de la voluntad (abulia). En ciertos casos la desesperanza se acompaña de ideas de muerte o de suicidio.

            Salvo en casos asociados a enfermedades físicas, la depresión se produce generalmente por la interacción de unos determinados factores biológicos con factores psicosociales y de personalidad que configuran la vulnerabilidad individual a padecer el trastorno depresivo. En muchos casos se detecta un factor psicosocial relacionado con una pérdida (pérdida de un ser querido, revés profesional, infidelidad conyugal, problemas económicos etc.) como factor relacionado con el inicio del cuadro clínico. Pero, otras veces, no existe ese factor desencadenante y se atribuye más bien a causas biológicas, endógenas, o factores individuales con fuerte carga hereditaria.

            Es oportuno señalar que existen distintos tipos de trastorno depresivo según vemos en la clínica diaria. Las modernas clasificaciones nos hablan de depresión mayor, episodio depresivo leve, moderado o severo. También se reconocen cuadros clínicos clasificados como distimia, (depresión crónica). Existen también formas unipolares; y en el caso de las formas bipolares de la enfermedad depresiva se debe considerar el diagnóstico de trastorno bipolar o bien de ciclotimia. Existen también formas subclínicas conocidas como depresión menor, o expresiones monosintomáticas como trastornos del sueño tipo insomnio, o cuadros sintomáticos definidos como fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, anhedonia sexual, etc.

            Actualmente la moderna psiquiatría y psicología clínica (ciencias de la salud mental), reconocen que el tratamiento depende del tipo de depresión e incluye generalmente el uso de psicoterapia y medicamentos antidepresivos que restituyen la concentración de neurotransmisores o sustancias químicas cerebrales, las cuales modulan las emociones del ser humano.

            En los últimos años, sin embargo, se ha demostrado que la luz blanca aplicada directamente al rostro de una persona, es efectiva en el tratamiento de la depresión. Un inicial estudio publicado en la revista Journal of the American Medical Association (JAMA), nos demuestra que el tratamiento con luz o luminoterapia, es efectivo también para el tratamiento de la depresión mayor.

Luminoterapia

            Investigadores canadienses, recientemente, estudiaron durante varios meses a 122 personas, todas ellas diagnosticadas con depresión mayor y a las cuales se les dividió en cuatro grupos: un grupo solo recibieron terapia de luz,  otro solo medicamentos antidepresivos, otro terapia de luz más medicamentos antidepresivos y  un grupo de control que recibió placebos. La evaluación final demostró que los grupos que mejor respondieron a la investigación fueron el que solo recibió terapia de luz y el que recibió terapia de luz más medicamentos, tratamientos que lograron un control de la depresión en porcentajes muy significativos.

            Los investigadores postulan que la luminoterapia actúa reiniciando y normalizando el reloj biológico, permitiendo que los fenómenos asociados al ciclo circadiano se manifiesten y mejoren los síntomas de la depresión. Es posible también, que la luminoterapia actúe a través de cambios en la cantidad de los neurotransmisores, cuya disminución está asociada a la depresión.

            La terapia de luz o luminoterapia se administra con una lámpara especial de luz blanca, la cual filtra la luz infraroja y la luz ultravioleta.    

            Es importante para comprender el mecanismo de acción de la luminoterapia, entender qué son los ritmos circadianos y qué es el reloj biológico, y cómo esos elementos regulan diversas funciones del organismo, incluyendo los períodos de sueño y vigilia.

            El ritmo circadiano es el conjunto de cambios físicos, mentales y del comportamiento que ocurren en el organismo de forma natural durante un período de más o menos 24 horas y que responden a las horas de luz y oscuridad del medio ambiente. Para que se produzca ese ritmo circadiano, es necesario que nuestro organismo “se de cuenta” de que es de día o de noche y eso se hace gracias al reloj biológico cerebral, compuesto por un delicado mecanismo que incluye a la retina, los nervios ópticos y un grupo de células nerviosas muy especializadas (neuronas cronocircadianas). 

            Cuando la retina percibe que falta luz y que es de noche, la glándula pineal libera melatonina, la cual nos da sueño y nos prepara para dormir. Al revés, cuando amanece y la luz estimula la retina y el impulso eléctrico estimula el nervio óptico, la glándula pineal suspende la secreción de melatonina y despertamos. Simultáneamente a la acción sobre la melatonina, los nervios ópticos producen estimulación en los depósitos neuronales de neurotransmisores y, selectivamente, se libera serotonina (acción serotoninérgica).

            Con relación a la aplicación de la luminoterapia en situaciones médicas especiales como el embarazo y la lactancia el Dr. Alex Ferré, especialista en trastornos del sueño del Hospital Vall d’Hebron, en Barcelona, afirma que, si queremos aumentar la efectividad de los psicofármacos antidepresivos o evitar su ingesta durante el embarazo o la lactancia, la luminoterapia puede ser una opción muy útil. 

            La luz blanca es entonces importante para que nuestro organismo inicie el ciclo circadiano diurno, el cual va acompañado de cambios en la presión arterial, secreción de hormonas, aumento del apetito y actividad psicomotora (acción energizante).

            Por lo anterior, es conveniente recordar que, desde hace años, la luminoterapia se ha posicionado como un tratamiento médico complementario y muy efectivo para tratar y mejorar los síntomas de la depresión, de los trastornos del sueño, de la fatiga crónica y de la ansiedad.  Aunque se ha utilizado desde hace algunos años para tratar trastornos afectivos y otros trastornos del estado de ánimo, desde hace poco tiempo se están investigando sus efectos en la depresión resistente al tratamiento.

            Existen estudios que demuestran el efecto terapéutico de la luz (medicamente adaptada en su intensidad y longitud de onda) como los estudios realizados en la Universidad de Southampton, en Inglaterra, en los cuales se relacionan con la teoría explicativa que vincula las alteraciones en el estado de ánimo con los receptores de vitamina D que están presentes en gran parte de nuestro tejido cerebral y ayudan en el desarrollo de las neuronas en el cerebro (actividad neurotrófica). Si estos receptores no funcionan adecuadamente, puede afectar la función general del cerebro y tener un impacto negativo en nuestra salud mental y, en consecuencia, en los trastornos mentales asociados. Estos trastornos pueden ser permanentes o, simplemente, manifestarse en períodos de tiempo variables (depresión recurrente).

            Finalmente señalemos que actualmente se ha demostrado que la luminoterapia fomenta la estimulación mitocondrial. Las mitocondrias son organelos presentes en todas las células del cuerpo, las cuales se encargan de realizar el proceso de respiración celular. Este proceso transforma la glucosa en una molécula denominada ATP, la cual provee la energía necesaria para las reacciones químicas en nuestro cuerpo y son importantes para la salud, la enfermedad y el envejecimiento. De hecho, si falla la función de las mitocondrias se disparan procesos inflamatorios y aparecen enfermedades metabólicas bien conocidas, como la obesidad y el cansancio crónico.

            En conclusión, la luminoterapia constituye, actualmente, un importante avance en la terapéutica de la depresión, ansiedad y trastornos del sueño, como resultado de la investigación e integración científica basada en la psiconeuroinmunocronoendocrinología y en los avances tanto del proyecto genoma humano (cromosomas 3, 12 y 18), como de la conectómica. 

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