En la sociedad actual, quienes trabajamos en salud mental, tenemos el deber y la responsabilidad de orientar a los padres de familia, a los niños y adolescentes sobre muchos temas, entre ellos la pornografía. Es importante hacerles comprender que la sexualidad humana tiene una realidad distinta a la que se presenta en las películas pornográficas. Al mismo tiempo, debemos evitar que crean que deben cumplir con ciertos modelos de conductas sexuales. A este proceso orientador se le denomina psicoeducación.
Reconocemos que la pornografía, actualmente, se ha convertido en una de las principales y mayores adicciones no químicas en los niños y adolescentes. Todos los que somos padres de familia, educadores, psicólogos, psiquiatras, etc., tenemos la obligación y la responsabilidad de proporcionar criterios sólidos de salud mental sobre las llamadas “películas XXX”.
Como un criterio de prevención primaria, las acciones deben orientarse a inculcar principios axiológicos y sentido de la realidad; debemos orientar oportunamente a cada niño-adolescente según su edad, nivel de curiosidad y riesgos de los estímulos a los cuales están expuestos.
Recordemos que las películas pornográficas tienen el objetivo principal de provocar la excitación y la estimulación erótica con un definido objetivo mercantilista. Debe quedar muy en claro que la pornografía no es un documental científico, sino más bien una ficción; es una fantasía erótica y no tiene nada que ver con la realidad ni con el amor humano. Estos son unos puntos muy importantes que merecen ser, en los diferentes programas de salud mental, motivo de reflexión y de explicación adecuados.
Revisemos brevemente, ¿qué es lo que tienen en común las películas pornográficas? En la pornografía podemos ver que el hombre casi siempre asume el rol activo en el encuentro sexual, que tiene unas características físicas determinadas y que tiene una respuesta orgánica cuando lo desea e incluso durante horas, mientras que la mujer siempre tiene deseos, está sexualmente excitada en el instante y tiene capacidad orgásmica permanente. Todo esto no son más que mitos. La vida real no es así. Los cuerpos y mentes humanas no son así, como tampoco son así las conductas de las personas en la intimidad. Este modelo que expresa la deshumanización y mecanización de la sexualidad no debe ser un modelo de referencia para los jóvenes y tampoco para los adultos, dado que presenta una imagen empobrecida y totalmente alejada de la realidad de la sexualidad y del amor humano.
Aparte de transmitir una idea errónea de los encuentros personales eróticos y de la sexualidad en general, las películas pornográficas también ejercen una presión permanente sobre los chicos y las chicas porque les lleva a pensar que deben cumplir con cierto modelo corporal y determinada conducta sexual, incluyendo el sexting. Y esto es un problema de salud mental que generará graves consecuencias en el proceso de desarrollo de su personalidad.
Quizás muchas personas piensan que está totalmente claro que las relaciones eróticas no son como las presenta la pornografía, pero para muchas otras personas, especialmente los jóvenes, esto no está tan claro. ¿Cómo van a saber que así no es la sexualidad humana si nadie les enseña o les forma sobre este tema? Es muy preocupante que en muchos lugares la educación sexual adecuada siga siendo casi inexistente, mientras que el acceso a cualquier tipo de material pornográfico es casi infinito (Internet y celulares). Se propugna desde instituciones del Estado, de forma cómplice con la industria de la pornografía y de la ola viscosa del erotismo, que la formación axiológica debe ser sustituida por programas informativos escolares con textos especialmente preparados con ese fin por organizaciones no gubernamentales internacionales.
Nos guste o no, los jóvenes actualmente están expuestos a una enorme cantidad de material pornográfico, lo cual es casi imposible de evitar y de controlar. Es imperioso que los padres de familia y agentes de salud mental ayuden a los jóvenes a reflexionar sobre el valor y sentido de su contenido. La salud mental de los jóvenes exige que logren establecer el vínculo entre sexualidad y amor; entre sexualidad y libertad y responsabilidad; entre sexualidad y axiología. Una actividad profesional seria en salud mental no debe permitir que la pornografía sea la fuente de información sobre un tema tan importante como la sexualidad y el amor humano.
Recordemos como principios de salud mental-psicoeducación sobre este tema, los siguientes puntos:
- La palabra pornografía etimológicamente significa “escritos sobre prostitutas”. La etimología permite comprender una relación sexual sin amor y mercantilizada.
- La pornografía es una de las industrias mundiales más rentables económicamente.
- Detrás de cada adicto a la pornografía siempre hay una tragedia llena de sufrimiento personal y que la díada psicopatológica establece, siempre, la relación voyeurista – exhibicionista.
- La pornografía sigue, en la mayoría de los casos, una espiral psicopatológica perversa, de menos a más. De pornografía heterosexual entre adultos a pornografía con animales, pasando por pornografía homosexual e infantil.
- La pornografía genera, en los jóvenes, la adicción a la masturbación y evita el encuentro interpersonal, convirtiendo al joven en un obsesivo-compulsivo-solitario, impidiendo la introyección de la relación eros – ágape.
Concluimos estas consideraciones sugiriendo, a quienes deseen conocer con profundidad la manera de formar a sus hijos-alumnos o pacientes en este tema, la lectura del valioso trabajo Educación para el amor (Facultad de Educación. Universidad del Istmo), como una guía apropiada para formar a nuestros niños y adolescentes, según las diferentes edades y de acuerdo con los lineamientos axiológicos y educativos, no solo familiares, sino en consonancia con el centro escolar que hemos elegido para ellos.