El Suicidio

ASPECTOS CLINICOS

La palabra suicidio deriva del latín suicidium y se comprende como el acto por el cual una persona se provoca la muerte de forma intencional.

            Desde un punto de vista clínico el suicidio es aquella conducta que, dirigida voluntaria e intencionadamente por la propia persona, conduce a la muerte (suicidio consumado) o a una situación de gravedad mortal (suicidio frustrado). El error en la forma o la intervención de otras personas, son los factores que, en este último caso, evitan el desenlace final, porque existe en el suicida un claro deseo de morir.

            Ahora bien, estos dos conceptos se diferencian de la denominada tentativa de suicidio, en la cual, la conducta autolesiva que realiza la persona, no se acompaña de un real deseo de morir. Existe en ella, ciertamente, un peligro de muerte, porque la técnica empleada supone siempre un riesgo, pero la idea de suicidio está tomada aquí solamente como medio, neurótico e inmaduro, para conseguir atención, estima, notoriedad, lástima, etc.

            La frecuencia con que se presentan en la actualidad estas conductas varía según diversos factores (sexo, edad, (niños, adolescentes, adultos, tercera edad), circunstancias sociales, etc.). Según datos de organismos expertos, cada día se suicidan en el mundo aproximadamente mil personas, y si se tiene en cuenta que por cada caso consumado existen unas diez tentativas de suicidio, podemos deducir que, aproximadamente, existen tres millones y medio de personas las que, anualmente, intentan suicidarse en el mundo.

            Hasta hace algún tiempo, y de forma global, eran mucho más elevadas las cifras correspondientes a los hombres que se suicidan, pero en los últimos años se observa también una tendencia hacia el suicidio ascendente entre las mujeres, especialmente en las europeas. Según la edad y el sexo, y distinguiendo el suicidio consumado de la tentativa de suicidio, nos encontramos que el primero es más frecuente en los hombres (65 por ciento) que en las mujeres (35 por ciento) en las edades comprendidas entre los cuarenta y los setenta años. Por el contrario, los intentos de suicidio son más frecuentes en las mujeres (77 por ciento) que en los hombres (23 por ciento).

            Entre los principales trastornos psíquicos asociados al suicidio se reconocen: depresión mayor, trastorno bipolar, esquizofrenia, trastorno límite de la personalidad, adicciones como alcoholismo o uso de drogas del tipo de los psicodislépticos. Estudios recientes también lo asocian a sufrir bullying escolar, grupos religiosos de fanáticos fundamentalistas han inducido en diferentes épocas, suicidios colectivos. 

            Los estudios psicopatológicos clínicos, han permitido conocer algunas fases por las que transcurre el pensamiento suicida, así como los factores de riesgo que condicionan el desenlace fatal.

            Las fases del pensamiento suicida son las siguientes: una fase previa en la que la idea de muerte se instaura en la persona, bien de forma generalizada con alusiones al tema, bien en forma de lamentos personales, como: “para vivir así mejor es morirse”, “soy una carga”, “no sirvo para nada”, etc. Viene después un período en que la persona se plantea, algunas veces como posible, la idea de suicidio, y otras, piensa que esta idea no tiene sentido. A continuación, las noticias o informaciones sobre otros posibles actos suicidas divulgados por la prensa, radio, televisión, redes sociales etc. pueden reforzar la idea del suicidio. Por último, se produce la decisión suicida.

            Tratar de descubrir en la persona estas etapas puede tener gran importancia preventiva. Sin embargo, los hechos no son siempre exactamente así, porque también se dan tendencias autolíticas indirectas, como son las conductas que implican riesgo o peligro como conducir temerariamente, practicar deportes extremos, por ejemplo. Es, por tanto, imprescindible valorar cualquier forma de amenaza contra la vida, ya que constituye un factor de riesgo importante.

            Entre los factores personales y sociales cuya presencia eleva el riego suicida pueden citarse los siguientes:

1.    sexo masculino

2.    edad menor de 19 y mayor de 45 años

3.    viudo, separado o divorciado

4.    persona aislada socialmente

5.    familia disfuncional o desintegrada

6.   dificultades laborales académicas y económicas

7.   enfermedad depresiva

8.   alcoholismo y/o drogadicción

9.   enfermedad física terminal

10. antecedentes suicidas personales y/o familiares y

11. no tener fe religiosa.

            Aunque en otros países, con un sentido preventivo, se han instalado líneas telefónicas, para intervención de crisis, no hay evidencia de su efectividad.

            La bioética estudia los casos de suicidio asistido, siendo su mejor ejemplo el del Dr. Jack Kavorkian (USA) quien elaboró, para tal fin, dos aparatos llamados Thanatron y Mercitron.

            Ante una tentativa de suicidio conviene adoptar todas las medidas necesarias para evitar su repetición, aislar a la persona del medio usado para intentar suicidarse y protegerlo de posibles fuentes de agresión, incluso personales. Conviene, igualmente, mantener una vigilancia permanente sobre él y consultar cuanto antes con un psiquiatra.

            El día mundial para la prevención del suicidio se celebra el 10 de septiembre de cada año y es fomentado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Estas instituciones cuentan con el apoyo publicitario de diversas asociaciones de psiquiatría y psicología clínica en diferentes partes del mundo.   

            Finalmente, entre las diferentes opciones terapéuticas, se continúa dando gran valor a la hospitalización urgente, a la administración de los antidepresivos duales o de nueva generación, a la terapia electroconvulsiva (TEC) y, como un reciente recurso farmacológico, el uso intravenoso de una sustancia llamada ketamina.

            No olvidemos que, ante un caso de ideación suicida, la consulta profesional urgente es la mejor medida. Su psiquiatra de confianza sabrá escoger la mejor opción terapéutica, según sea el caso clínico.

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